viernes, enero 04, 2013

Memorándum de una mujer Innu

Por Carole Labarre

Foto: Nayeli Lima Báez, tomada en el Río Moisie, en el territorio de la Primera Nación Innu
Llega un día en que el sufrimiento se vuelve cada vez más grande para seguir  ignorándolo. Este se revela  en un abismo si fin a los ojos de aquellos que lo han negado. Toda mi vida he tenido que portar este fardo que es la justa prueba de la existencia a la que tenemos derecho, nosotros las Primeras Naciones de América. Una existencia conforme a los deseos de nuestros ancestros y no a una existencia de acuerdo a los usos y costumbres del pueblo blanco a quienes acogimos en nuestros territorios ancestrales. Aunque el germen de una ignorancia perniciosa hace su camino en el cerebro de ciertos humanos a la lectura de esta frase tan simple, esto, sin embargo,  es un hecho incontestable. Sólo los primitivos, los salvajes osarían refutarlo, pero nosotros, las Primeras Naciones de América conocemos nuestra historia, aquello que sucedió verdaderamente, aquella historia verdadera que se está construyendo mientras ustedes leen estas líneas.
Las riquezas de este país no pertenecen sólo a los Canadienses, ellas pertenecen también y sobre todo a las Primeras Naciones de América, mientras son extraídos de nuestro patrimonio -a menudo sin nuestro consentimiento-,  los recursos que han permitido a este país desarrollarse mundialmente desde la Colonia.
Primero, nosotros, las Primeras Naciones de América estamos en derecho de exigir el reconocimiento absoluto por nuestra contribución al desarrollo de la economía canadiense por la vía de rentas cuya legitimidad no puede ser retrasada más aún porque se está efectuando, en nuestros territorios ancestrales, eso que llaman la valorización  del territorio.
 Desde ahora nosotros, las Primeras Naciones de América estamos en derecho de exigir compensaciones justas y objetivas por la destrucción de los hábitats donde están situados los territorios ancestrales y donde se ha practicado y enseñado desde tiempos inmemoriales un modo de vida establecido por el ritmo de las estaciones. Más importante es que nosotros tenemos más que nunca - ahora que todos sufrimos el cambio climático de nuestra Madre Tierra-, el derecho de intervenir cuando políticas ambientales implementadas por los gobiernos pongan en riesgo el futuro de nuestros hijos y nietos. Como pueblo fundador de este país, tenemos el derecho de objetar todos los excesos de poder cuando sea incoherente a nuestras aspiraciones actuales y futuras. Nosotros tenemos el deber de exigir una participación real sobre proyectos que afectan aspectos de nuestra cultura y su modo de vida y cuyos impactos ponen en peligro el porvenir de nuestros hijos, pero también de los suyos.
Mientras se dibuja otro periodo sombrío de nuestra historia común, me parece esencial de recordar a los canadienses el sacrificio último que está ocurriendo en este momento sobre una isla del río Outaouais [La huelga de hambre de la jefa indígena Therese Spence]. Su futuro, el de ustedes, depende del nuestro. Nosotros estamos aquí, médicos, abogados, profesores, ingenieros indígenas. Y después, el silencio de los más pobres de nuestra gente que grita en todo momento. Yo los escucho ¿ustedes no?
Nosotros, las Primeras Naciones de América exhortamos a todos los canadienses a trabajar en un solo y mismo objetivo, el de proteger a la Madre de todos: la Tierra. Nosotros lo haremos pues es a la  luz de las auroras boreales que las más bellas leyendas son contadas. Idle no More
Traducción: Nayeli Lima Báez

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